MEMORIAS

Colegio SSCC Sevilla

 

MEMORIAS COLEGIALES y guion para la PRESENTACION DE LA PROMOCION

GUION PARA LA PRESENTACIÓN SSCC (por J.A. Hernando)

 

1.- EL COLEGIO

1.1.- Calle Arcos. Fotos del edificio

1.2.- Las calles circundantes. Fotos antiguas de las calles adyacente: Juan Ramón Jiménez, Virgen del Valle, Turia, Madre Rafols, Asunción, Virgen de Loreto, V de Lujan

 

2.- LOS FUNDADORES

2.1.- Los padres fundadores Fotos y nombres

2.2.- Los alumnos fundadores: Loas tres promociones

2.2.1.- Los mayores (Curso medio): Goyo Solanes, Dugo y demás Fotos que tengamos

2.2.2.- Los medianos (Curso Elemental): Alfredo, Manolo Huertas y demás. Fotos que tengamos.

2.2.3.- Los pequeños (Curso Párvulos) Nosotros. Fotos.

 

3.- LA VIDA DE LOS ALUMNOS Y LOS CURAS DURANTE ESOS AÑOS EN LA CALLE ARCOS. Anécdotas ocurridas con fotos: recreo en los campitos, gimnasia en los campitos, desfiles por las calles,

 

4.- LA CONSTRUCCION DEL COLEGIO NUEVO: fotos del colegio y la evolución del barrio

 

5.- NUESTRA VIDA EN EL COLEGIO EN ESOS AÑOS: fotos que tengamos: recreo, futbol, baloncesto, escopeta, excursiones, niñas en el patio etc

 

6.- PREUNIVERSITARIO: El final de nuestros estudios. La Universidad

 

7.- NUESTRO 50 ANIVERSARIO: Homenaje a los que faltan. Fotos de nosotros, todos juntos y por separados.

 

 

MEMORIAS COLEGIALES

 

Anoche cuando dormía soñé ¡bendita ilusión! ..., así se inicia un conocido poema de A. Machado. Sería una tibia tarde de mayo de mil novecientos cincuenta y tantos, en la capilla de un pequeño Colegio. Allí estaba nervioso aquel niño tratando de recitar la poesía que habría intentado aprender los días previos. El Colegio había nacido en un pequeño chalet de un incipiente barrio; con aspecto de pueblo, rodeado de campo y hasta de un río, pero que, por no tener, aun no disponía, en su paisaje, la torre de la iglesia. -Ita, ita, ita, el Sevilla es el que pita, ra, ra, ra, …-, -A la bin, a la ban, a la bin bon ban, el Betis, el Betis, y nadie más, …- o -Hemos ganao el equipo colorao- eran cánticos con los que se hacían acompañar aquellos niños en sus recreos al aire libre; y es que, cuando el tiempo lo permitía, los recreos serían siempre en los generosos campos cercanos al Colegio, que realmente eran parcelas sin un atisbo aun de construcción, y donde se podían jugar emocionantes partidos Sevilla-Betis.

Al regreso, de camino al Colegio, el equipo vencedor daría rienda suelta a su alegría, coreando los himnos alusivos a sus colores, mientras los vencidos, callados, esperarían impacientes la revancha del día siguiente. Allí también surgirían, a veces, improvisadas lecciones de Ciencias Naturales, pues el recreo se compartiría con rebaños de ovejas, cabras, y hasta de vacas, que se habrían adelantado en la ocupación de la parcela. En otras situaciones, a las especies vegetales que crecían de modo espontáneo en los campos, se les trataría de aprovechar como ingenuos instrumentos de ataque y defensa: espigas silvestres transformadas en inoportunas flechas para el que las recibía; cápsulas carnosas que, ante un hábil contacto con el pie, se desprendería de su planta, expulsando violentamente de su interior y en todas direcciones un irritante líquido. Incluso en vacaciones los campos serían testigos de las andanzas de aquellos niños; así, en sus terrenos arcillosos se mantendrían entretenidos campeonatos de lima, o de bolas, … Las calles, los campos se percibían como una ampliación casi natural tanto del Colegio como de los hogares, con unos límites algo difusos. Más de una madre, desde su ventana, podría seguir de lejos al grupo de niños que estarían jugando a la lima, a las bolas, o al cielo voy, entre otros. -Si van de blanco, ¿cómo van a ser curas? - o -Si hasta puede que sean protestantes porque, de verdad, algunos parecen forasteros. Desde luego, de aquí no son...- serían las muletillas que repetiría la abuela de algún niño cuando le veía regresar del Colegio y exponía en casa, inocentemente, lo divertido que se pasaba en clase, y fuera de clase, en un Colegio con maestros a los que se les llamaba padres blancos.

Pero pasarían los años; los estudios avanzaban, atrás quedaría la Enciclopedia Álvarez o Lecciones de Cosas, superado ya el temido examen de Ingreso en un desconocido centro oficial. Aquellos niños, aunque iban creciendo, la mayoría continuaría con pantalones cortos. No habría llegado aún la moda de los vaqueros americanos, que llevarían algunos de los protagonistas de las películas de indios y cowboys, con las que se entretenerse las noches de verano, en aquellas terrazas al aire libre de ambigú y selecta nevería. El primitivo chalet de calle Arcos habría quedado más que desfasado y sería sustituido por una ambiciosa edificación en el mismo barrio. -Dicen que tiene hasta 2 un cine, igual que el de la calle Asunción- se comentaría a menudo entre el creciente vecindario, a medio camino entre la incredulidad y el asombro.

Aquella Congregación, como también se llamaban a los padres blancos, también sufriría cambios. Algunos miembros que habían compartido los primeros años de aquellos niños, como el Padre Félix, el Padre Leopoldo y otros, se irían marchando a otros destinos, para ser reemplazados por nuevos actores, con el objetivo de afianzar o mejorar los primeros resultados alcanzados. El Colegio, al madurar, se despediría de los recreos a la intemperie, pues ya disponía de terrenos deportivos propios. Allí se instruirían aquellos niños, ya casi adolescentes, en las técnicas de otros deportes menos populares, como baloncesto, balonmano, hockey, … iniciándose así una muy positiva tradición escolar en los deportes. Serían ya los tiempos de los primeros balones de reglamento, botas, camisetas, rodilleras, guantes, … que se lucirían casi como legítimas galas militares.

Para los padres de los alumnos no habría dificultades para localizar a sus hijos durante el fin de semana, limitado entonces al domingo. El Colegio sería voluntario lugar de convocatoria. Por las mañanas los encuentros deportivos y por las tardes, sesión de cine de reestreno en el salón de actos. Seguían discurriendo los años y la progresiva apuesta del Colegio por una enseñanza de primer nivel quedaría patente en perfectas clases magistrales en diversas materias (Historia, Literatura, Arte, Biología...). Aquel inolvidable Padre Román, abuelito se le diría, siempre con voz muy queda, casi como un murmullo, lo mismo le disertaría a los alumnos de los guisantes y las leyes de Mendel, que de la bacteria transmisora del tifus y que el mismo habría padecido de joven. Una auténtica autoridad para aquellos jóvenes que ya estarían sopesando hacia donde encaminar sus futuros estudios. Las clases de Historia del Arte del Padre Fabián, otro auténtico lujo, serían acompañadas de innovadores carruseles de diapositivas, que facilitarían la clasificación tanto de una ermita románica como de una catedral gótica, … O las minuciosas explicaciones del mismo Padre Fabián, cuando en clases de Literatura abordaría, por ejemplo, los antecedentes, el significado y repercusiones de la generación del 98 y sus diferencias con la posterior del año 27. Igualmente, se aprendería inglés traduciendo la letra de Yesterday, con un joven padre Fernando; sin olvidar un novedoso Cineforum en el que se enseñaría a los alumnos a ver cine. O se enredaba, editando, a golpe de ciclostil, la revista Ventana, con alguna reprimenda por retraso en la fecha comprometida de publicación.

Así, lo que había nacido en un pequeño chalet de un embrión de barrio, sería para muchos de aquellos niños una Escuela de toda la Vida. “Anoche cuando dormía soñé ¡bendita ilusión! ...”

 

José Luis Delgado Noriega. Marzo 2017

 

ALGUNOS RECUERDOS DE MI INGRESO EN LOS SS. CC.

 

Manuel de la Haza Oliver Febrero 2017

 

Aquel septiembre del 56 mis padres me dijeron que comenzaría el colegio en uno nuevo y que uno de mis profesores iba a ser aquel sacerdote que había merendado en casa. Después, supe que mi padre se lo había encontrado en la Iglesia de San Marcos y de la conversación el enterarse que fundaban en Los Remedios un colegio, era el Padre Félix de la Congregación de los Sagrados Corazones, conocidos como los Padres Blancos. Guardo un gran recuerdo de él.

 

Durante un año y hasta aquel verano, estuve en la Academia Miriam. Un piso bajo, al que se entraba por Virgen de Loreto casi frente a Hidalbe, la casa de electricidad donde, con el tiempo, Mari se encargaba me hicieran bobinas para mi radio de galena.

 

Cuando vi el Colegio, pensé que era inmenso y la suerte que tenía. Empezaron las clases y la actividad normal en el mismo. Aprendí, en esos años de la calle Arcos, a hacer tinta para escribir con plumilla, las tablas de gimnasia en el solar de enfrente, a ayudar en las misas como monaguillo y las materias propias de los cursos, comenzando por Elemental que fue en el que entré. Grabado tengo, al pasar por la panadería, el olor a pan recién hecho.

 

Los compañeros, me eran conocidos, unos por estar anteriormente en la misma Academia y por ser vecinos, mayoritariamente, de ocho edificios "de la Diputación" dentro de un rectángulo con los límites de Virgen de Loreto, Asunción, Fernando IV y Sebastián Elcano. Que recuerde, éramos más de veinte compañeros de mi curso viviendo en los mismos.

 

De ser conocidos, pasamos a ser amigos. Sabíamos quienes eran los padres, dónde vivían, los hermanos... Y, tras las clases, seguíamos jugando un rato en la calle, en nuestras calles, dos sin tráfico y una con gran acera. Allí a piola, la bombilla, la lima o a las bolas, a policías y ladrones, al escondite... Hasta que una voz nos llamaba: ¡¡Manolo, sube!!

 

En junio de aquel año salió El Capitán Trueno. Todos los jueves esperábamos la continuidad de las aventuras del mismo con Goliath, Crispín y Sigrid en su ayuda a Ricardo Corazón de León durante las Cruzadas.

 

Son muchos los recuerdos de aquellos primeros años de colegio, coincidentes, para muchos, con sus primeros años en un barrio que empezaba a formarse. Los domingos íbamos a misa a la Parroquia que nacía en la Escuela de Peritos Industriales de la calle Niebla, con D. Otilio Ruiz de párroco y José Velázquez de sacristán.

 

En los tiempos libres, junto con juegos en la puerta de nuestra casa, mi madre o la tata me llevaban a los Jardines de Cristina a montar en los triciclos que regentaba una señora de vestido negro y con moño. Al anochecer, se la veía tirar de ellos, formando una hilera, por el puente San Telmo camino de Triana. Otros domingos, al Cine de Los Remedios, de D. Benito Villamarín. ¿Cuántos actos allí terminando con Molokai?

 

Muchas cosas fueron cambiando, incluso el edificio, pero no los entrañables momentos vividos, en aquellos años de colegio en Arcos, con los compañeros de entonces y amigos hoy.

 

En homenaje a los que faltan, termino recordando a mi vecino, compañero y amigo Luis Iglesias, quien disfrutó hasta su último día de las chorradas de este grupo reencontrado.

 

ALGUNOS RECUERDOS DE MIS PRIMEROS AÑOS EN EL COLEGIO

 

José Luis Aguilera Luna Enero 2017

 

Mi joven profesor actual de Taller Literario, Álvaro García, me ha explicado que al escribir sobre mis años de infancia tengo que recordar al niño que fui, y no contaminar mis relatos con el bagaje adquirido a lo largo de los años posteriores.

 

El primer recuerdo que tengo del Colegio, sobre 1957, y que ha permanecido muy vivo a lo largo de todos estos años, era la desconfianza que yo tenía hacia “los demás”.

 

Yo procedía del centro de Sevilla y había aprendido a leer y escribir con una profesora en casa. Es decir, apenas había pisado la calle y estaba muy poco socializado. El primer día de Colegio, a la hora del recreo, intentaba recoger y guardar mis cosas: lápices, cuadernos…

 

La primera experiencia fue, pues, de un buen compañero y amigo para tranquilizarme: “no hace falta, no te lo va a quitar nadie”. Ese buen compañero y amigo ha fallecido recientemente: José Barros.

 

Después hay otra experiencia, también de los inicios. El P. Luis Aguilar, nuestro “tutor” del curso Elemental, se despedía de nosotros al terminar las clases. Yo le di un beso en la cara, y no en la mano, como era la costumbre. Me apuré muchísimo. El le quitó importancia. Pero este “lapsus” tenía que significar algo.

 

Quizás, a lo largo de los años, este “lapsus” quería significar que yo en el Colegio encontraba algo más que buenos compañeros y buenos profesores: afectividad. Eso que nos estaba tan negado en aquellos años, sobre todo a los varones, y que es una de las cosas en que más se ha progresado, visto con mis ojos de pedagogo: aprender a reconocer sentimientos, a expresarlos…

 

Cuando años más tarde estuve por un período de tres en el Seminario de la Congregación, reflexionábamos sobre el “carisma” propio de los Sagrados Corazones. Había cierto acuerdo en que una característica de la Congregación era “la hospitalidad”. Yo creo que ese “acogimiento” sentido desde el primer instante estaba detrás de mi “lapsus”.

 

Otro recuerdo, también muy grabado, era que en un momento determinado yo “soplé” la contestación de una pregunta a un compañero. El P. estudiante José Luis Alzu preguntó: “¿Quién ha soplado?”. Yo no contesté, porque no sabía que mi acción era “soplar”.

 

Nos castigó a toda la clase. Yo, ni corto ni perezoso, al llegar a casa llamé al Director, P. Celestino Goyanes, para protestar por ese castigo tan “indiscriminado”.

 

El P. Celestino no entendió bien mi llamada, entre lágrimas. Al día siguiente se la pude explicar. Y me dijo:”Te daría una bofetada como respuesta”.

 

Tres recuerdos muy diferentes. Así fuimos creciendo. Pero de éstos y otros recuerdos se fue construyendo mi vocación pedagógica y mi personalidad. Nada más lejos de lo que propugnaron y propugnan todavía algunas corrientes: “al Colegio se va solo a estudiar”.

 

RECUERDOS, NOSTALGIA.... Y ALGO MÁS................

 

Antonio Porcuna Gutierrez, Abril 2017

 

Nada de lo perdido volverá con la lluvia Alguien dijo que ... Sin embargo muchas veces cuando huelo la lluvia me trae esos recuerdos que solo el olfato es capaz de rememorar. Olor a campus mojados, de cardos y yerbas altas que inundaban aquellos Remedios, barros, aceras inacabadas, calles que con las temperaturas del verano pegaban las suela de nuestros zapatos al suelo y que al desprenderse dejaban recuerdos de hilos negros de asfalto. Olor a humo de chimeneas y de hogueras en las obras.

Anhelos, juegos inacabados, ruido constante de hormigoneras en aquel afán de un nuevo barrio, pésimo en Arquitectura, entrañable en amistades. La calle Asunción, eje de la clase funcionarial y de profesionales liberales con el Sloppy Joe como piedra de escándalo de la época, luces tenues, lugar arriesgado para los escolares de entonces, compensado con los pinball del Bugarin, que no es un recuerdo sino una realidad donde hoy nos sirven esas cervezas que entonces nos negaban. Virgen de Luján, nido de todas las novias que en esos años teníamos. Virgen Del Valle, ese barrio estaba lleno de Vírgenes y de nombres de ríos, donde estaba la primera discoteca, donde casi a obscuras bailábamos Aquarius, azoteas donde casi con menos luz nos arrimábamos con la música de Hilo de Seda, cuando el olor de las naranjas amargas esparcidas por las aceras llenaba el barrio de aromas sensuales. Tiempos de olvido, de recuerdos, de nunca jamas. Tiempo de Beatles, Peter Pan de muchos. De olvidos, encuentros y reencuentros, de compañeros que se van y cuyo recuerdo aún tenemos en el alma. Otros que vienen para quedarse hasta estos años de reencuentros. Vida bien vivida, como hacemos ahora después de tantos años, recordando tiempos que tal vez no fueron mejores porque entonces, lo que ahora vivimos y estamos recordando, tienen ese sabor agridulce.

 

Tiempo, el tiempo pasa y dicen que pone a todos en su sitio, pero qué buen sitio para aquellos que fuimos de esa promoción para mí privilegiada que nos hizo llegar hasta hoy con mayor o menor fortuna a reencontrarnos felices, con el mismo espíritu de entonces, colegiales todavía pero con la experiencia de hombres que eligieron su destino, enseñados en un Colegio novato entonces en Sevilla, pero con una visión humanística de un futuro que aún nosotros percibimos como nuestro. No quiero hablar del Colegio actual. Se que hace décadas, a mi y a los que nos formaron entonces, nos imbuyeron un espíritu de trabajo disciplina, jerarquía y espíritu, que aún perduran en nuestras almas y que hasta ahora nos sigue guiando después de tanto tiempo, solo perceptible cuando miramos las fotos de aquella época, pero que mantenemos la lozanía y la juventud que una educación que los Padres de Los Sagrados Corazones supieron, en un tiempo difícil, meter con mucho más que cariño en nuestros jóvenes y rebeldes corazones.

 

Algunas fotos en blanco y negro,lo que había, tres en una bicicleta, juegos vestidos con jersey y corbata, caras rubicundas cortadas por el frío de Sevilla donde la primavera comienza justo cuando lo dice el calendario y deja paso enseguida al calor húmedo adelantado, insoportable una quincena después, que agobia con los primeros exámenes sudados con las ventanas abiertas, correrías nocturnas terminadas justo antes del amanecer. Tocadiscos, sueños de primaveras, azahares, incienso, ganas de terminar no sabíamos que, Universidad cercana y tan lejana, segura entonces en inocencia compartida estrellada muchas veces en que elegir. Poca información , vocación desengaños , novias , padre expectantes, hábitos que se alejan y que tanto tiempo.

Después recordamos, muchos curas, pocos seglares. Vidas rebobinadas donde no existía la doble pletina, de hecho, ni la pletina, vinilos caros, Beatles importados con los singles del Yesterday que nos traían de Inglaterra como decíamos entonces. Let it be.

 

Se cosas, o creo que se cosas, pero lo exacto, si es que esto es verdad, es que recuerdo cosas o que creo que recuerdo cosas. Se vienen a mi memoria y no son malas, podrían ser dulces, malo por empalagosas o agridulces, regular por adulteradas por el tiempo. Pero la memoria selecciona lo que queremos, tenemos poder sobre ella, la dominamos.

Y están los recuerdos del Colegio, pocas veces exactos, otras tan vívidos como la picadura de un aguijón que nos dan vueltas en la cabeza como un mal o buen sueño del que no nos queremos desprender. Cuesta trabajo, sufrimiento, esta remembranza cuando los años apremian y se agolpan en pasadas experiencias, en las caras transformadas de aquellos compañeros de pupitre y juegos. Días de lluvia calor y barro, de peleas inútiles y reconciliación de amigos. De agobios, exámenes y olores de primavera. De todo, que sin querer pensarlo, pero escondido en nuestras mentes, tenía que terminar. La diáspora después del último año.